Cada vez las mascaras personales con mas populares. Vas por la calle y no sabes con quien te ves ni quien te ve. Todos están bajo su propia máscara. Aquella que solo ellos sabe que quiebra y que no. Que cada vez son más caras. No por su costo, si no por su profundidad y dimensión.
Mascaras sin fin. Dicen que hay algunas transparentes, que dejan asomar algo del interior. Pura falsedad, pura hipocresia.
Si, mascaras. Mascaras que no dejan ver lo que hay. Que te engañan y se aprovechan. Parásitos son los que las portan. Cretinos, los que creen en ellos. Idiotas, los que los siguen.
Hay un punto donde tal hipocresia converge. Y es, justamente, su mascara. Tan cara por su tamaño, tan cara por su inmensidad. Pero tan frágil...
Y se rompen, claro. Nada es para siempre. Y mucho menos su vulnerable máscara. En ese instante, el mundo se les cae encima. No saben que hacer o a donde ir. Todo se volvió a ellos. Ya no es su mascara el punto convergente, si no ellos mismos. Ahí, en ese instante, todo se derrumba. Y salen sin mascaras. Aflora la pureza. Pero quizás sea , también, una mascara.
Capas y Capas de Mascaras.
Capas y Capas de Hipocresia.
Capas y Capas de Engaños.
Capas y Capas de Falsedades.
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